miércoles, 2 de noviembre de 2011

VIEJO (3)

Música  para oir en una pestaña nueva
Mírame un momento
y dímelo si es cierto:
De un tiempo a esta parte,
me asombran los espejos,
me mira un rostro incierto
surcado de presentes,
y letras que en la cara
me escriben en pasado,
que nunca se desdicen,

que con blancas nubes  
y blancos velos,
tampoco se sonríen,
que siempre me despiden;
y lo que no me cuentan,
de lo que no aparento,
dentro de mí lo siento,
y siempre me deja, viejo.
Que yo tenía planes
de vivir tu eternidad,
que no tuviera cabida
ninguna fatalidad,
y temo que lo que

ven mis ojos, no pueda
servirme ya;
que carezcan de interés
las cosas que te cuento,
que no sea atractivo

si pierdo mi talento;
y quiero seducirte
como en otro tiempo

que de caricias y flores
regalaba tu cuerpo;
mas sólo quedan huesos,
que noto como el frío
intenta hacerse amigo,
y todo me da miedo,
a qué va tanta prisa,  
del no saber si quiero.
Abrázame con fuerza,
que sienta tu misterio,
y no me sueltes nunca,
que de la mano te llevo,
que hay viajes nuevos,

de aquel aventurero
que quiere llevarte lejos,
a paraísos exóticos 
llegar siempre primeros;
y no sea una quimera
que sigan unidas las manos
aunque la muerte viera,
pueda ser mi verdad
que a tu lado me quieras, 
ser un viejo enamorado
que joven todavía sientas.
Séquense pues mis ojos,
encuentre final la espera,
vuelva hacia mí tu mirada,
halles respuesta en mi cara,
y asome o no la alegría,
asumido es el riesgo 
de echarte de menos;
por eso, sólo una vez más:
Dime mi amor, si es cierto.
             ***
(Ella)

Mírame, y te lo digo:
No tengas frio mi amor
que yo te abrazo,
no tengas miedo mi bien,
que yo lo espanto, 
que nada te haga olvidar
todas aquellas palabras,
todas aquellas promesas
que oiste en mi regazo,
que sigo enamorada,
y sigo apasionada,
que tú me importas,
y no cociernen los años.
No te asombren los espejos,
esconden los sentimientos,
que son pérfidos traidores,
y no pueden compensarte 
con lo que a ti te quiero;
que no hay nada que mirar
si la luz de los días y el
agua de lluvia ya vieron
que siendo el amor una flor,
y siendo tú el jardinero,
nunca existió otro jardín
que causara mi embeleso.
Llévame a los confines,
sé capitán de mi barco,
cuéntaselo a los delfines,
diles que nos abran paso,
y ven a mí,  cada día, deja 
que sea yo quien te cuente
secretos de la lejanía;
más de mil años tenemos, 
que me enseñaste a amar
más allá de los tiempos,
y no entendería mirar
otra cara en tu lugar, 
que llena la tuya está,
de surcos y letras míos.
Y no son los años ya,
los que te tienen perdido,
no te quiero contrariar,
pero por no querer olvidar
que mi vida ha pasado, 
que sola tu vida he dejado,
tus intentos de abrazar
son vanos, pues quedas
solo en mi hueco, y no
dejas de preguntar;
y yo no estoy a tu lado.
Acércate a mi sonrisa,
que rompe tu soledad,
te lleve mi olor la brisa,
cuando te enfrente la mar,
y no tarde mi respuesta,
que tantas veces tú quieras,
quiero yo contestar:
Sí, mi amor, siempre,
siempre es cierto,  en
los mundos del olvido.
            ***
(El)

Si supiera de un 
barco amarrado,
presto a salir 
de algún puerto,
que con destino al
olvido, a embarcar
llamara viajeros,
no llevaría maleta,
ni provisiones de
sustento, tan sólo
surcaría con ellos
mares no navegados,
misterios de mundos
perdidos.
Que la emoción 
me seduce y 
el corazón excita
su pulso;
y tenías razón, que
la brisa del mar me 
trae olores de tu
lejanía, ahora que 
se me va la vida.
No dejen de empujar
los vientos, que llegue
ese mágico momento
de burlar la poesía,
de no contestar al vacío,
de no ser siempre yo el
que pregunta al silencio.
Y todas las noches
sin luna, seré 
marinero vigía,  
buscaré en los cielos 
estrellas fugaces, 
que me lances tú, 
amada mía, y al
indicarme el camino
termine la singladura,
en ese último instante
pueda descansar en
en tu seno, pueda 
decirte al oído:
quiero desaparecer, 
contigo. 
Queden solas las penas, 
que no las llevo al olvido,
náufragas son en las aguas 
de este mundo perverso;
que nuestro amor no
fue eterno, que no lo
quiso el universo, y al
romperse nuestro espejo
pagado queda su precio.
Y noto me pesan los ojos,
que sólo cerrarlos quiero,
sea un íntimo ritual, 
el que nos una al olvido,
quede aquí  mi cuerpo,
y de dolor inundado, lo
diseminen los vientos.
Mas hemos de darnos prisa,
que como un antes pidiera,
has de venir a mi,
sin soltarme la mano,
ahora que sólo un
hilo de vida queda.
¡ Mas allá, entre nieblas,
un barco, lo veo, corre, 
dile que en él vamos, 
que no suelte amarras !
que de él en mi busca
bajaste, dejando una
escala hasta el suelo, 
que a punto de llegar
están, dos enamorados,
sus últimos pasajeros;
y ya que la vida despido,
sea querido el destino,
no zarpe sin nosotros,
el próximo barco al olvido.