domingo, 7 de agosto de 2011

TÍA PINCHA

Música para oir en una pestaña nueva
 http://www.youtube.com/watch?v=3FZXWFXDTng


Mis recuerdos son de infancia y pocos. Mi querida tía Pincha, hermana de mi abuela materna. Encorvada, enjuta, pequeña, con toquilla y moño prieto, de negro vestida, envejecida. Lo de Pincha era por lo movida que era, alegre, trabajadora, animosa, no paraba, siempre inquieta. Llegó la orfandad y tuvo que hacerse cargo de la familia. Con su trabajo, su abnegación, postergando su vida por la de los que con amor atendía, sacando de aquí y allá sustento para todos, bajando a la calle a vender churros en una silla hasta que la hora mande, sin quedarse nada, siendo feliz llevando caudales a mantener la casa. Olvidó atenderse, siempre soltera, siempre, supongo, entera. De cómo en realidad su mente era, no lo sé.

Su vejez y soledad, su necesidad ya de ser atendida, después de darlo todo, la trajo a mi casa. Mis padres, mis hermanas, yo y ella, la nueva familia. Siempre preocupada por nuestras tardanzas, siempre hacendosa, limpiando la casa, siempre dispuesta a jugar conmigo al "di co tín di co tan de la vera vera van" poniendo sus dedos en mi espalda y esperando a que adivinara cuántos eran. O cuando le hablaba de cosas modernas que ella ya conocía de su época, y le decía: mira tía,  pastillas de regaliz juanola, y ella me contestaba entre risas: son sent-sent. 
O lo que fuera que dijera.

Ella no veía ya bien. Su vista estaba a años luz de su corazón. En mi inconsciencia de niño, la "martirizaba", alguna vez. Recuerdo haberle disparado con una escopeta de perdigones, desde el fondo del pasillo a la silla en la que se siempre se sentaba a pasar las horas muertas, cavilando vaya a saberse en qué. Ella no oía el escopetazo, sólo que algo le daba en la falda, se tocaba y seguía con sus pensamientos. Otras veces, conocedor de su manía por la limpieza y que no hubiera papeles por el suelo, yo cogía un papel, le ataba un hilo, me escondía en el armario y esperaba su paso. En cuanto su vista borrosa lo veía, la pobre mujer se agachaba a cogerlo y yo en ese instante tiraba del hilo y le daba un susto de muerte. Me imprecaba y seguía a lo suyo. Por último, iba a rastras por el suelo, me colocaba sin que me viera debajo de su silla y con un dedo por debajo le daba en el culo y la pobre mujer daba un salto. Imprecaba y siempre había un después de beso y abrazo. No recuerdo más fechorías. Ella a cambio, cuando nos ibamos de casa, daba vueltas y vueltas, se preocupaba hasta que no nos veía salvos de vuelta, rédito atávico de otros tiempos en la que preocupación tenía más cabida.


Pero la mala hora de la vida mala le llegó y cayó enferma. No sé de qué. Tal vez de vivir tanto. Ella dormía en la que luego fue mi habitación. Y su cabeza fue empeorando y su demencia senil ganado peso. Y yo tuve miedo, de la tía Pincha. No me atrevía a entrar en su cuarto. Las voces que daba, sus malos espantos. Me llamaba, supongo consciente de lo poco que le quedaba, con la única pretensión de darme un beso, de marcharse del mundo estrechada en abrazos, de los que ella nos dio y quería devueltos. Pero a mí me daba miedo.
Recuerdo que un día que estaba mejor, en esa recuperación premonitora de la muerte, entré en su habitación vacilante, con mi abuela, y le di un puntual beso,  de los de quiero salir... 
Ahora es cuando sé lo guapa que estaba, toda despeinada, toda desahuciada, diciéndome adiós. No ha quedado foto, ni lugar claro en el cementerio donde ir. Tal fue la desidia del devenir. Lo siguiente fue, un cuarto fumigado y yo su nuevo inquilino.

Nos diste un cielo que para tí yo no tengo. Hoy me siento en mi ordenador y escribo estas letras, quiero reparar que sólo fui un niño cuando no te entendí.
Sea este mi tributo para tí y para tantas otras tías Pinchas que quisíeron confundir sus vidas con las nuestras. Sea este blog un altar eterno de adoración a los que se inmolaron en los nuestros. 
Sea un beso permanente, un abrazo tardío apretando nuestras carnes vivas con vuestras carnes huecas. 
Que a todos nos llevará el viento, y los que queden sabrán de un misterio en un blog escondido que os menta, que de vuestro anónimo talento da cuenta, que os fija para siempre en la memoria del reconocimiento, y os pide perdón, si alguno no tuvo la oportunidad o no cayó en la responsabilidad. 
Que lo que en el pasado no tiene vuelta cada presente os lo devuelva.
Va por vosotras, va por ti , tía Pincha.