Poesía improvisada para aquellos que citados al presente nos hemos ido encontrando.
Crónica espontánea de un experimento cruel y fallido llamado vida. ___________________________________________________________
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Te despierta la mañana, la ansiedad de no le olvido, haber pasado del calor al frío; y no importa si mal dormida, que la diaria impaciencia, te lleva a pintarte la cara, la costumbre de asomarte, a la ventana que te ampara; y es detrás de la cortina, que pierdes la batalla, vencida por la tristeza, te invade la apatía, se nubla la mirada, y no hablas, no piensas, te abandonas, y te dejas, no te das cuenta que tu pintura resbala diluída, discurre por el hoy tampoco, por el nace eterno otro día; y no vendrá la alegría, que no trae noticias el silencio, te hace presa el sentimiento, y la angustia que atenaza, te obliga a seguir mintiendo: Que fue el adiós un momento, que ya se dará otro día, de aquellos que se vivieron, y marcaron de por vida, que si va para atrás el tiempo, y te deja seguir viviendo, quieres creer que algún día, de puntillas, sorprendida, podrás fijar la mirada, y apretando la cortina, cruzando hacia tu portal, le alcances a ver de lejos; y la emoción del encuentro, moverá a la sinrazón, de abrirle tu corazón de nuevo, como única ambición, que sea ahora tu sueño, que no luego; mientras, qué será de él, no poder vivir sin saberlo. Mas tu paciencia obsesiva, te aparta de un futuro sin velo, y hasta que llegues a verlo, tal vez caminar entre versos, te lleve a superar encuentros, ocupe otro anhelo ese hueco, y en ese empeño, no estar sola, que no te dejo, que desde otra ventana, me asomo a los mundos de dentro, y mientras gana el recuerdo, te observo, te siento, no hay preguntas, te entiendo.
Un poblado en la noche, postal de mágico reflejo, tejados de cielos y estrellas no acogen; y es abajo, entre humo de chimeneas y ladridos de perros, que un anónimo quejido se abre paso, rasga el frio, rompe el silencio, y viste al sentimiento de una pena glacial que revienta el aire, daña al oído y al momento, explota en brutal alarido, mujer que preña la noche, y destila dolor inmenso, sucesión de espantosos gemidos, que despiertan, sin acertar procedencia. De dónde, de quién y por qué, síquico o físico, llora un adentro, horroroso, pavoroso, visceral semeja, y sólo la sorpresa en la aviesa noche me frena a salir fuera, a topar con el aposento fuente de los lamentos, y dar con ella, suplicar poder entender, si puede anegar la tortura, si puede llevar la amargura a la extenuación, o si un antes de perder la cordura, puede darse la paz de amparar y arropar, de preguntar por lo que pasa, del lo siento y te siento, en la duda de ayudar o callar y escuchar, de lo cerca que se está por azar, del mensajero que odia el tormento, que aparece y quiere dar en su pensamiento asidero, a los que no toleran infiernos; de avisar y no engañar, del no puedo ir más allá, sólo oponerme de lejos, desde otra habitación, acompañar en el duelo, que invento lo que no tengo, poder de extender la mano y atraer en el viento, blandir la pócima mágica que doblega al sufrimiento, y asentarme en la doctrina, de no ser remilgado, de huir de ser adorado, que no hay plan que se acate, si cercado está por el miedo, por banal que a otros resulte, igual es para mí vencerlo, que nada me costará sólo ir de aquí para allá, librando de males, de los que no quiero, que son los milagros gratis, que interesados no deseo, ni son para un después, que es ahora que peno. Sea pues mi empeño, el no pedir nada a cambio, hacerla sonreír hasta llevarla de nuevo a reir; porque nada habrá sido, es el mar de la tranquilidad la seguridad del nada pasará, que ella devolverá ciento, en el maravilloso privilegio, de no verla llorar más, y aunque queda atrás, su olvido en saludar es para mí regalo que tengo; ya saludan los caminos, en pos de la serenidad, lento y firme el caminar, mientras me pierdo.